OLIVERA, Domingo
(1798/1866)
Figura pública; funcionario oficial; progresista estanciero. Nació
en Ambato, Ecuador; educado en Quito y Lima, se trasladó con su
familia a Salta, en 1811; allí el joven Domingo y su padre
explotaron con éxito una mina de oro; en 1813 se trasladó a Buenos
Aires; fue empleado administrativo en la oficina del jefe de
policía; atrajo la atención de Bernardino Rivadavia, quien hizo uso
de sus servicios en múltiples funciones públicas y oficiales;
recibió órdenes de Rivadavia de organizar la primera escuela
agrícola y elaborar planes y reglamentaciones oficiales para
diversas instituciones públicas fundadas por él; tras la caída
política de este último, Olivera volvió su atención hacia el
ejercicio de su pluma y las actividades rurales; colaboró en varios
periódicos de la importancia de El Argos; El Mensajero Argentino,
El Censor y otros; su gran pasión fue el desarrollo de su
diversificada estancia, en la cual permaneció durante el período de
Rosas; estableció una de las primeras cabañas en la Argentina; se
dedicó a perfeccionarla calidad de sus rebaños de ovejas merino;
ideó una máquina para separar el trigo de la paja; le cupo la
autoría de otras innovaciones progresistas; después de la partida de
Rosas en 1852, Olivera se reintegró a la vida pública; fue nombrado
juez de Paz en San José de Flores; ejerció funciones de diputado y
senador en el gobierno provincial de Buenos Aires, habiendo sido
también miembro del consejo asesor del gobierno; su último desempeño
público lo cumplió como integrante de la Convención Nacional en
1860, para la reforma de la Constitución; murió en su
establecimiento de campo.-

Fotos familiares
Eduardo A.
Olivera
(1827/1910)
Nació en Buenos
Aires el 2 de junio de 1827 o 1828 (Newton) - Falleció el 22 de
septiembre de 1910), a los 83 años, traduce la obra de del Francés
Frairiere (Auguste de Frarière) y lo publica en 1869 con el título
de Las Abejas, Guía del Criador de Abejas. Historia Natural.
Nociones indispensables al Apicultor en los Anales de la Sociedad
Rural Argentina. Volumen 3.
Eduardo Olivera conjuntamente con José Martinez de Hoz, Eduardo
Olivera, Lorenzo F. Aguero, Ramón Viton, Francisco B. Madero, Jorge
Temperley, Ricardo B. Newton, Leonardo Pereyra, Mariano Casares,
Jorge R. Stegman, Luis Amadeo, Claudio F. Stegman y Juan N.
Fernandez son los fundadores en 1866 de la Sociedad Rural Argentina.
Fue el segundo presidente que la Sociedad tuvo en el período
1870-1874. Fue quien redacto el primer proyecto de reglamento de la
Sociedad Rural, fue amigo de Richard B. Newton que fue el
introductor del alambrado en nuestro país.

En 1871 presidio la comisión Ejecutiva de la Exposición Nacional de
Córdoba, donde fueron presentados los diferentes elementos que se
producían en el país por primera vez. En 1872 la Exposición Nacional
fue llevada a cabo en Buenos Aires, bajo su dirección cuando el país
estaba bajo la impresión de una gran epidemia de fiebre amarilla.
Fue visitada por 33.000 personas que aplaudieron los 2600
expositores. Entre los años de 1889 y 1890 presidio la Comisión
Argentina encargada de organizar la coparticipación de nuestro país
en las exposiciones realizadas en París.
En el Censo de 1895 figura casado con Irene D. de Olivera. El con 67
años de edad, mientras que su mujer con 50 años de edad, y tienen 15
años de casado. Censo de 1895.
Obras de Olivera en la apicultura
Eduardo Olivera
informa sobre el artículo 200 del Código Rural y publica la carta de
Damian Hudson. (1867). Responde a la anterior en Anales de la
Sociedad Rural Argentina. 1867. Volumen 1, Número 1, pag: 74-75.
Artículo Total PDF 619 Kb.
Eduardo Olivera. (1869). En los Anales de la Sociedad Rural
Argentina publica: Las Abejas, Guía del Criador de Abejas. Historia
Natural. Nociones indispensables al Apicultor. Anales de la Sociedad
Rural Argentina. 1869. Volumen 3, Número 11, pag: 393-409. Artículo
Total PDF 7.100 Kb.
Auguste de Frarière. (1855). Les abeilles et l'apiculture. Paris:
Libr. Hachette. 260 p., 32 ill.; 18 cm. Libro Total. PDF 5.665 Kb.
Copia digitalizada de la obra traducida por Olivera
Eduardo Olivera, un pionero del agro
Mercedes
Colombres
Redacción del Diario La Nación
Este ingeniero
agrónomo defendió la expansión de la agricultura y la instalación de
colonias rurales en el país
El suelo es la patria, cultivar al uno es servir a la otra. Esta
frase, grabada en la fachada del Instituto Agrícola de Grignon de
Francia, quedó grabada de tal manera en la mente del joven Eduardo
Olivera, aquella tarde de 1854 en la que arribó a la institución
para comenzar sus estudios universitarios, que la convertiría en la
obsesión de su vida.
Olivera había nacido para un destino de realizaciones, o al menos,
eso pensaba su padre Domingo Olivera, (nacido en Ambato, Ecuador) el
comerciante ecuatoriano que decidió ponerlo al frente de la chacra
Los Remedios (actual casona Olivera, en Floresta) con sólo 14 años y
seis años después lo mandó a estudiar ingeniería agronómica a
Francia. La visión de su padre transformó a Eduardo en el primer
agrónomo del país. Un ingeniero hecho y derecho, pero que recitaba
piezas de Moliére o Racine y que admiraba a Jean Jacques Rousseau y
a los enciclopedistas. Su madre se llamaba Dolores Ríriz Feliú y se
casaron en 1825.
Fue el paso por el Grignon, Web de Grignon (establecimiento
concebido en 1826 por Monsieur Bella, un ex general de Napoleón que
impulsaba el estudio de la agricultura científica) y sus viajes por
las profundidades del Viejo Continente los que le dieron a Olivera
la idea de promover el desarrollo a través del campo. Idea que
plasmaría en los cuatro tomos de Viajes Agrícolas y en los Anales de
la Sociedad Rural.
Según su biógrafo, Carlos Ravelio, Olivera estaba convencido de que
sólo a través de la explotación inteligente de la tierra, ayudada
por la maquinaria de vapor y los adelantos de la ciencia, se podía
traer progreso al país. Diría al respecto del desarrollo rural
europeo, al que tomaba como modelo: Allí, la agricultura y los
intereses rurales forman las bases de la prosperidad, así como la
población de sus campos es el fundamento del orden.
Además de una manada de ovejas para la chacra paterna (que
originarían la raza Rambouillet Argentino), Olivera trajo de Europa
cinco ideas que darían impulso a su existencia: copiar las
exposiciones agrícolas de Birmingham y Salisbury, fundar una
sociedad como la Royal Agricultural de Inglaterra, educar a los
jóvenes dispuestos a trabajar en el campo y promover la fundación de
colonias rurales con inmigrantes. En un viaje posterior, agregaría
otras más: la conveniencia de fundar en bancos de crédito agrícola o
hipotecarios y de usar la prenda agraria como forma de pago.
El resultado del impulso de Olivera se vio enseguida. Por mandato de
Domingo Sarmiento, organizó cuatro exposiciones agrícolas en
Córdoba, modelo de inspiración de la actual Rural de Palermo. En la
primera en 1871, concentró 180 maquinarias, 2.200 variedades de
cereales, 29.600 paquetes de semillas y 1.500 visitantes. Al poco
tiempo, organizó campos de cultivo en Río Segundo, adonde se vieron
las primeras dinámicas de labranza con maquinaria agrícola de la
historia argentina y fundó la primera chacra experimental (el Campo
de Culturas Comparativas de Santa Ana).
Pero lo que más obsesionaba a Olivera era la formación de una
sociedad de interesados en promover el campo, formada no sólo por
propietarios, sino por agrónomos y científicos. Una idea que le
costó casi una década llevar a cabo, por los vaivenes políticos.
Luego de reunirse con Bartolomé Mitre, Adolfo Alsina y otros
caudillos, y un intento fallido con la Sociedad Agrícola Rural de
1859, en 1865 Olivera logró su objetivo. Su amigo José Martínez de
Hoz lo convocó para fundar la Sociedad Rural Argentina, que se
concretó un 10 de julio de 1866.
Entre las bases de la nueva institución, redactadas de su puño y
letra, Olivera pregonaba que los objetivos de la asociación eran
promover la mejora, orden y arreglo de nuestro pastoreo, por métodos
más razonados que los actuales y conforme a las necesidades
económicas y climatológicas del país y "estimular a los hombres de
ciencia para que se ocupen de difundir los conocimientos
veterinarios y mecánicos para la mejora de nuestros instrumentos
agrícolas".
Eduardo Olivera Director General de Correos
En el año 1874
fue nombrado director general de Correos Eduardo Olivera, quien
ejerció el cargo hasta 1880 y perfeccionó lo hecho su antecesor
Gervasio Antonio de Posadas. Aumentó el número de buzones y
carteros, impulsó una ley y un reglamento nuevo, y el 7 de abril de
1876 fusionó la Dirección de Correos con la de Telégrafos. Es
importante destacar que bajo la gestión de Olivera se sancionó la
Ley de Correos Nº 816 que modernizó los servicios postales.
Suceden a Olivera otros administradores progresistas como Miguel
Cané, Olegario Ojeda y Ramón J. Cárcano. Este último implantó los
servicios de encomienda, giros postales, valores declarados y carta
certificada. Cárcano, de esta manera, perfiló las herramientas que
le darían impulso al servicio postal en nuestro país.
Hijo de Domingo Olivera, formó parte de una de las familias más
reconocidas de la época. Fue senador y diputado y, aunque no aceptó
el Ministerio de Relaciones Exteriores que le ofreciera Nicolás
Avellaneda, sí se hizo cargo de la Dirección General de Correos en
el año 1874 como director general, quien ejerció el cargo hasta
1880. Fue estadista, escritor y defensor de la agricultura y de la
ganadería, estudió en el Instituto Agrícola de Grignon de Francia
alcanzando el título de Ingeniero Agrónomo. De regreso en Argentina
propició el desarrollo del campo a través de métodos de avanzada y
la introducción de nuevas tecnologías. Fundó la Sociedad Rural
Argentina y fue creador del primer Instituto Agronómico Argentina.
Pensaba que El suelo es la patria y cultivar al uno es servir a la
otra.
Eduardo Olivera soñaba con una asociación que le diera vitalidad al
campo argentino. El ingeniero quedó fascinado al visitar una muestra
ganadera que se realizó en la ciudad inglesa de Birmingham, por lo
que no fue raro que el 10 de julio de 1866 se reuniera con un grupo
de colegas para dar nacimiento a la Sociedad Rural Argentina.
En ella jugó un papel prominente ya que desde la revista Anales de
la Sociedad Rural Argentina, sostuvo la necesidad de desarrollar una
industria rural, expandir la agricultura y colonizar la tierra
mediante el asentamiento de los campesinos como propietarios. Para
ello propiciaba rebajas del precio de la tierra y una serie de
facilidades para los colonos con vistas a tecnificar la producción y
limitar el latifundio.
Después de visitar el Royal Show de Birmingham le escribe
conmocionado a su padre Domingo: ¿Se acuerda del arado de vapor?.
Bueno, ahora lleva dos rejas en lugar de una, y marcha a una
velocidad de 50 yardas por minuto. Eduardo Olivera estaba viviendo
el nacimiento del tractor y el surgimiento de una oleada tecnológica
que vendría a abonar el sueño argentino: domar el territorio,
convertir el sol, la lluvia y el trabajo en alimentos para el mundo.

Carta manuscrita de Carlos Olivera a su hermano Eduardo.
Hacia fines de
la década de 1860, Eduardo Olivera, (un férreo defensor de la
agricultura), se opuso paradójicamente al proyecto de Domingo
Sarmiento de crear colonias agrícolas en Bragado y Chacabuco, pues
temía que ese proyecto, aplicado en zonas ya dedicadas a actividades
ganaderas, terminaría con éstas.
Olivera también propició la educación de los más jóvenes. En 1868,
logró que se funde la Escuela Práctica de Agricultura y Veterinaria
de Santa Catalina, en Lomas de Zamora. Eduardo decía: El pastor es
el esclavo más completo de la naturaleza. Es el hombre más apto para
sufrir toda clase de tiranías y nunca podrá ser el ciudadano
republicano que buscamos. De tal manera trabajó para educar al
soberano: escuelas para los niños y adultos campesinos le
permitirían a éstos desarrollar su potencialidad como personas y
trabajadores.
Eduardo Olivera trajo al país al técnico forestal belga Carlos
Vereecke quien trazó un parque de 60 hectáreas alrededor de la casa
paterna donde forestó con distintas especies; este parque es el
antecesor directo del Vivero Municipal.
Por todos los antecedentes mencionados Olivera fue nombrado
Patriarca de la Agricultura y Ganadería, siendo muchos de los
desarrollos logrados en nuestros campos frutos de su empuje y de su
decisión de progreso.
F alleció
a los 83 años, en 1910. A diferencia de otros patriarcas de su
época, no dejó una larga descendencia ni incrementó la fortuna de su
padre. Pero el impulso de sus ideas dejaría huella en la forma de
pensar el desarrollo rural del país.
OLIVERA. CARLOS C.
Integrante de la
Comisión Directiva de la Sociedad Rural Argentina durante los
períodos comprendidos entro los años 1907-1911. Nació el 3 de marzo
de 1843 en Buenos Aires, donde falleció en 1918. Hacendado, hijo del
pionero don Domingo Olivera, dirigió personalmente los
establecimientos agropecuarios que aquel poseía.
Fue uno de los
primeros alumnos de la Facultad de Ingeniería, donde se graduó en
1870. También realizó estudios como perito agrónomo. Colaboró en el
proyecto de construcción del puerto de Buenos Aires y formó parte de
la comisión designada, durante el gobierno de Sarmiento, para
preparar los planos del Ferrocarril Central Norte, para unir a
Tucumán con Córdoba. Inspeccionó los materiales destinados al mismo,
a cuyo efecto viajó a Europa. Sus establecimientos agropecuarios de
Necochea y Luján figuraron entre los más modernos de su época, y en
ellos, además de criarse ganados Shorthorn, Merino, Percheron y
Cleverand, se realizaron explotaciones industriales de quesería
|