Historia de las Organizaciones de Socorro
Investigación: Angel Jankilevich.
La Hermandad de la Santa Caridad
No vamos a tener noticias de organizaciones civiles de socorro
hasta el siglo XVIII. Un siglo que nace con la noticia de la
contienda por la sucesión de los Borbones al trono de España y el
tratado de Utrecht que en el año 1713 restablecía el "equilibrio y
la paz" entre las potencias europeas.
Uno de las consecuencias de ese acuerdo fueron las compensaciones
comerciales que hicieron los borbones, entre ellas el tratado de
"asiento de negros" que autorizaba a Gran Bretaña a introducir en
Indias Occidentales 4.800 esclavos por año. Ese comercio humano, no
solo potenció el crecimiento de la región del Río de la Plata sino
que convirtió en efectiva la riqueza de los hacendados criollos en
cueros, cebo y tasajo.
Los años del asiento de Negros, 1715 a 1739 corresponde a lo que
Nicolás Besio Moreno define como el final de la década formativa.
"La pequeña Aldea se transforma en Gran Aldea". El puerto de Buenos
Aires pasa a ser el eje de las transacciones comerciales de las
colonias españolas al sur del Brasil, y esa misma circunstancia
convierte a la ciudad en centro de la vida política, militar,
judicial, religiosa y económica más importante después de la Capital
del Perú.
Partidarios de una sociedad estática y sin cambios, las
congregaciones religiosas se vieron desbordadas por las realidades
del nuevo siglo. Reformadas en sus atribuciones políticas y
económicas o limitadas al menos su influencia por los Reyes Borbones,
se reabrió un espacio muy importante para la sociedad civil. que se
manifestó en la apertura comercial, en nuevos derechos civiles y en
el respaldo de virreyes progresistas a los hacendados del Río de la
Plata.

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Traslado de heridos y muertos a las colas de
los caballos |
Es entonces que vemos aparecer nuevamente a las organizaciones de
socorro vecinales. En efecto, los vecinos de Buenos Aires en el año
1727 a causa de una epidemia, viendo que los habitantes "morían en
las calles y en las plazas y sus cadáveres eran torpe y
sacrílegamente arrastrados a las colas de los caballos" resolvieron
presentarse al Obispo y al gobernador Bruno Mauricio Zavala,
solicitando la correspondiente licencia para formar una hermandad de
caridad, cuya misión fuese enterrar los cadáveres de los pobres y de
los ajusticiados, y practicar a la vez la beneficencia.
Otorgado el permiso, se constituyó la Hermandad de la Santa Caridad
de Nuestro Señor Jesucristo", encabezada por el vecino Juan Alonso
González. La hermandad construyó en el terreno donde actualmente
esta ubicada la Iglesia de San Miguel, entre las calles Bartolomé
Mitre y Esmeralda, (1738) una pequeña iglesia "con una sacristía
donde se celebraban los actos religiosos y se practicaban las demás
funciones de la cofradía que se reunía al toque de campanas y
enterraba a los difuntos pobres y a los ajusticiados"
Simultáneamente, los vecinos reunidos en el Cabildo de Buenos Aires,
se ocupaban del antiguo Hospital San Martín, y solicitaban al rey
que se condujesen de Potosí cuatro o cinco religiosos (...) del
Instituto de Nuestra Señora de Bethlem, cuyo ejercicio es curar
enfermos, con botica y obreros médicos".

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Óleo de Buenos Aires por aquel
entonces |
Todos estos cambios e iniciativas de la sociedad civil no pasaron
sin provocar conflictos con las ordenes monásticas existentes en
Buenos Aires, y que especialmente involucraron a la Hermandad de la
Santa Caridad, que era una organización laica. "Los señores curas
párrocos, viendo disminuir sus ganancias por las inhumaciones
gratuitas que la hermandad efectuaba, le promovieron pleito. Y el
obispo fray José de Peralta en el año 1741 mando suspender los
entierros que hacia la hermandad".
De la documentación existente surge el protagonismo del Hermano
Mayor Francisco Álvarez Campana, tanto en el reconocimiento de los
estatutos de la hermandad, confiriéndole legalidad por real cédula
de 1754, cuanto por las gestiones que le devolvieron su primitiva
prerrogativa de enterrar los difuntos sin recursos o abandonados y
de los ajusticiados junto a la iglesia San Miguel, conjuntamente con
una bochornosa reprobación real a los curas párrocos de Buenos Aires
y a su obispo. De esta forma el rey respaldaba una sociedad civil
enfrentada con la estructura tradicional de la iglesia y le
recriminaba a ésta, que en lugar de litigar vergonzosamente, no se
hubiera dedicado a realizar lo que hacia la hermandad, como era su
obligación.
Colegio de huérfanas
Durante el periodo que la Hermandad estuvo suspendida, Francisco
Álvarez Campana retomó la iniciativa de construir un colegio para
huérfanas.
El 20 de Noviembre de 1755, quedaron instaladas 12 huérfanas, bajo
la dirección de Doña Teresa Bazán, matrona educada por las monjas
catalinas de Córdoba.
Desde esa fecha el Capellán de la hermandad (González Islas) lo fue
así mismo del colegio, mientras Álvarez Campana se hacia cargo de la
"fábrica" recibía limosnas y administraba las artesanías producidas
por las huérfanas.
Las disputas entre el Capellán Gonzáles Islas y el Hermano Mayor
Álvarez Campana fueron celebres en todo este periodo, el primero
respaldado por la estructura eclesiástica, sosteniendo que eran
fundaciones religiosas y el segundo apoyado por el virrey y los
sectores más liberales que era una fundación laica o particular.
Estos enfrentamientos surgían de los bandos a que había dado lugar
la reforma de las ordenes monásticas y se proyectaron mas allá de la
creación del Virreinato.
Lo cierto del caso es que el colegio de huérfanas cumplió un rol
social trascendente para la sociedad de entonces tal como lo ilustra
la Revista de Buenos Aires: "... si una mujer reñía con su marido en
él la encerraban, si una niña quería casar contra el gusto de sus
padres, allí se depositaba, y si quedaba alguna sin auxilio, también
se la recogía en sus habitaciones. Se les cortaba el pelo y se las
vestía túnica azul y toca amarilla. Las asiladas eran una especie de
religiosas sin salida, teniendo una gran celosía en el coro para no
ser vistas. Las hijas de las primeras familias concurrían a la
escuela externa donde se enseñaba a leer y escribir a aquellas a
quienes lo permitían sus padres, ya que otros lo consideraban
peligroso. (...) dedicadas a la elaboración de dulces y masas todo
Buenos Aires concurría a San Miguel para buscarlas. Las huérfanas
hacían también una mallas muy en uso, bordadas de oro y blanco y
flores artificiales ordinarias, siempre admiradas. Cosían, tejían
medias, fabricaban guantes y lavaban cosas finas, esta casa era un
recurso para todo".
"Cuando un artesano o persona sin trato quería cambiar de estado
–continúa la revista de Buenos Aires- le bastaba pedir esposa al
Padre González. El capellán hacia llegar a su cuarto a varias
huérfanas, y después de elegirla, permitía al pretendiente ver a la
novia mientras que se arreglaba lo indispensable para un desposorio,
que el mismo padre González Islas consagraba sin dilaciones"
Hospital de mujeres
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Acuarela del Hospital Bernardino Rivadavia |
En el año 1768 la hermandad construyó para hospital de mujeres un
salón en un sitio contiguo al Colegio de Huérfanas "capaz de
albergar 13 camas para que estas ejercitasen la caridad de cuidar
otras tantas enfermas, de las muchas que en esta ciudad y sus
contornos morían más a rigor de necesidad, por carecer de medicinas,
como de abrigo, y no tener quien las cuidara, y lo que es más, ni
quien les llamase un confesor". Estamos hablando del origen del
hospital de Mujeres, que mantiene actualmente (2001) su vigencia
como Hospital Bernardino Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires.
El Colegio de Huérfanas y el Hospital de Mujeres fueron las
primeras instituciones destinadas a proteger a la mujer que se
crearon en el Río de la Plata, bajo el patronato o administración de
una sociedad civil y laica. Es decir que no pertenecieron ni al
Estado ni a congregación religiosa alguna, aunque por supuesto
contaron siempre las enfermas, como correspondía al espíritu de esa
época, con el consuelo de la religión.
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